Título: Un viaje en el tiempo a través de la Capilla del Arquitecto Francisco Eduardo Tresguerras
En un rincón tranquilo de Celaya, México, se alza majestuosa la Capilla dedicada a la Virgen de los Dolores, una joya arquitectónica que encierra siglos de devoción y arte. El viernes de dolores, un día especial para los fieles, nos sumergimos en este tesoro histórico para desentrañar sus misterios y belleza.
El Museo de Celaya, custodio de la historia regional, nos recibió con los brazos abiertos. Rafael Soldar Luna, su coordinador, nos guió con pasión por los pasillos del tiempo hasta llegar a la capilla, construida por el renombrado arquitecto Francisco Eduardo Tresguerras a principios del siglo XIX.
Al adentrarnos en la capilla, nos encontramos con una explosión de arte y fe. Sus paredes resonaban con la historia de aquellos que la construyeron y de aquellos que encontraron consuelo en sus muros a lo largo de los años. La pintura de gran formato, firmada por Tresguerras, nos hablaba de un tiempo lejano, donde la devoción era el alma de la comunidad.
La capilla, última de un conjunto arquitectónico de viacrucis que rodeaba el templo de San Francisco de Celaya, nos transportó a una época donde el neoclasicismo y el barroco novohispano se entrelazaban en cada detalle. Las representaciones alegóricas de Jesús, María y los apóstoles nos recordaban la importancia de la fe en la vida cotidiana de aquellos tiempos.
La reciente restauración de la bóveda, realizada en 2015, nos permitió apreciar la maestría de Tresguerras en todo su esplendor. Los trazos originales recuperados nos sumergieron aún más en la atmósfera única de esta capilla, donde el arte y la religión se funden en una danza eterna.
En los rincones de la capilla, encontramos vestigios de la vida religiosa del pasado. La antigua sacristía franciscana, con su mobiliario original, nos hablaba del día a día de los religiosos que encontraban refugio en este sagrado recinto. Los impresos alemanes de los hermanos Clauber, que inspiraron a Tresguerras en su obra, nos conectaban con un mundo más amplio de influencias y tradiciones.
Al salir de la capilla, con el sol del viernes de dolores iluminando nuestro camino, nos sentimos agradecidos por esta experiencia única. La comunidad franciscana, con el apoyo de la iglesia y los fieles, sigue manteniendo viva la llama de la devoción en este lugar sagrado. Y así, con cada visita, la Capilla del Arquitecto Francisco Eduardo Tresguerras continúa contando su historia, recordándonos que el arte y la fe son eternos compañeros en el viaje de la humanidad.
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