LA CABRA, SIEMPRE VUELVE AL MONTE.

G. Saúl García Cornejo.

Estimados lectores, de nueva cuenta me dirijo a ustedes, con el ánimo de lograr la reflexión política, y empiezo haciendo una pregunta: ¿Consideran que vivimos en un país democrático?

A vuelo de pájaro repasando nuestra historia, hemos vivido o sufrido regímenes autoritarios, lo que implica una larga data de abusos, latrocinios y deudas sociales que hoy, son verdaderos edemas, una de esas, la pobreza exponencial en millones de compatriotas. Si hacemos un repaso breve, desde, digamos ya en un País independiente, Porfirio Díaz Mori, ascendió al poder por la línea “democrática», igual Panchito Madero y así nació nuestra Carta Manga del 17, precisamente, gracias a un “sistema democrático”, hasta llegar a la era del PRI, en que en largos 71 años, fue un Partido hegemónico, aunque hay quien dirá que logró la cohesión política –no olvidemos que se le bautizó como una “dictadura perfecta”-.

Luego, a mediados de los años setenta, se ungió un solo candidato a la presidencia, don José López Portillo, curiosamente y no por estar hablando de AMLO, pero es un hecho, es su tiempo y largos años de militancia, un tanto accidentada al grado de que “renuncio”, apenas visualizó el segundo en mención, que el partidazo iba en un peligroso declive. Aunque sin que aquí se toque el tema de fondo: ¿Por qué?

No hay duda que en México y gracias a la oposición en sus momentos históricos, hubo algún avance en busca del ideal democrático: La participación cívica, nuevas reglas electorales más transparentes –en su medida y tiempo- pues luego de aquél fraude de 1989, en que Salinas asume la presidencia con una muy dudosa legitimidad, nace el IFE, como un organismo autónomo, pero sobre todo, ciudadano. Dicho sin perjuicio de su partidización posterior, ya como INE, qué aún así, venía funcionando. Pero finalmente: ¿Estamos en una democracia real?

Simulaciones, fraudes políticos, y una larga lista de deudas políticas y sociales, siguen siendo eso, aprietos de los que no salimos todavía. Y que varias generaciones sufrimos un tipo de autoritarismo velado o algunas veces a la vista. ¿Entonces, estamos hechos o acostumbrados a vivir bajo una tiranía institucional, simulada en un régimen demócrata?

Si es así, se entenderá mejor porque tenemos un gobierno como el actual. Su máximo líder, nació, se creó, se formó bajo esas reglas autoritarias, que se puede decir funcionaban con toda la relatividad posible. Aunque, claro, siendo candidato el ahora preciso, despotricó contra ése sistema, incluso, lo llamó “la mafia del poder”. Y el saldo actual, contradice esas posturas, porque a ojos vistos, le salió el añejo priísta.

¿Y los referentes de esa ruptura con el PRI, como Cuauhtémoc Cárdenas, y Porfirio Muñoz Ledo? No pudieron lograr ninguna transición, incluso, están literalmente distanciados con su compañero y entonces “pupilo”, hoy sentado a sus anchas en la “Silla del Águila”, que sigue la vieja consigna: “El poder, no se comparte, se ejerce”. Fórmula ad hoc del viejo PRI. Qué por cierto, su futuro viable será la alianza con sus otrora “enemigos”.

Y así, podíamos enlistar a otros viejos “priístas” ahora en la nueva ola de la 4T, como Monreal, Bartlett, incluso, Ebrard. ¿Será que por eso no hay transición política? Pues a simple vista, son los mismos actores con distinto atuendo, pero su corazón late con las viejas reglas aprendidas. Hay quien acusa al preciso de hoy, de autoritario o de menos, con esa tendencia. Y no es raro para quienes entienden al sistema político mexicano, ver la añoranza por un pasado de simulación democrática. ¿Eso queremos para el 24? Es pregunta de fondo.

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