Gabriel Ríos
Permítanme expresar lo que creo que nos espera en el sexenio que estará presidido por la Dra. Claudia Sheinbaum.
Identifico la fuerza de una ciudadanía de condición social media y baja que está conciente de sus derechos fundamentales, pero que no domina la cultura angloeuropea ni tiene las costumbres que constituyen la etiqueta social que pondera. Lamentablemente, esa cultura y esa etiqueta se presentan como el marco de referencia obligado si quieren crecer y progresar.
Identifico también la fuerza de la mezcla de judeocristianismo y materialismo dinerista de la cultura angloeuropea, que cree a pie juntillas que su marco de referencia es el verdadero y, por lo tanto, el obligatorio. Su bandera es el privilegio y la aparente libertad de conseguirlo a como de lugar, lo cual le autoriza a reprimir abierta o veladamente a la gente disidente.
Se nos plantean dos tareas titánicas, a saber, levantar el umbral de educación y conocimiento de unos y lograr la solidaridad de otros. Creo ver como obstáculo común al marco religioso, podrido por el hedonismo contemporáneo, que justifica la competición salvaje con un instrumento de medida del éxito llamado poder de compra.
Si la democracia es el poder del pueblo manifestado en las mayoría, tanto izquierda como derecha deben acercarse y mantenerse cerca del pueblo. La disyuntiva más bien, es cómo convencer a los de izquierda que no busquen la opulencia y a los de derecha que sujeten sus ideas al escrutinio de los mandamientos de la ley mosaica de las virtudes teologales.
La diversidad es la norma fundamental de la Naturaleza y gracias a ella todos los seres, vivos o inertes, pueden mantener su existencia, pero todos cumplen, sin saberlo ni quererlo, una labor colectiva para ese efecto. No es problema que haya gente rica en dinero, porque también hay gente rica en sabiduría y gente rica en bondad. Lo que se necesita es recuperar, si alguna vez han existido, los límites que permiten la coexistencia de todas las características humanas.
Los padres de familia necesitan enseñar a sus hijas e hijos cuáles son los límites de la pulsiones, sean de nivel primario o sean de autonomía física y espiritual, los grandes capitales necesitan entender que su límite de enriquecimiento está en no dañar ni el cuerpo ni el psisquismo de sus consumidores y las organizaciones eclesiásticas necesitan entender que la fe no debe ser avasallada por el dogma.
La Dra. Sheinbaum nunca tendrá el tiempo ni sus políticas públicas serán tan poderosas como para incentivar una actitud humanista, si no cuenta con el apoyo de individuos y grupos de todo tipo para que la solidaridad impere. No se trata de imponer ideologías de uno u otro signo, sino de entender que somos una cadena alimenticia que se arruina si uno o más de sus eslabones no cumple su función.
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