AMOR A LAS ARMAS

Arturo Miranda Montero

Alguien me ha preguntado por qué hay tanta gente a la que le encantan las armas.

Rezo con la Academia que el amor a las armas resulta de un “sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”, otro igual.

Se van a las armas quienes sienten un deseo de pertenecer a una organización que les satisfaga insuficiencias. Muchos hay que se reclutan en las fuerzas armadas y pretenden una carrera en ellas. Al tiempo, si aceptan los rigores de la disciplina, ascienden a los grados de mando.

Muchos más, en nuestro tiempo mexicano, son reclutados por las organizaciones criminales que han formado ejércitos desplegados por territorios que reclaman para ser dominados conforme a sus intereses. Unos van por leva, pero más se van por sus ganas de ser con los otros que gozan de poder y dinero para vivir aunque sean un rato gozándolos.

A fuerza de insuficiencias, miles de hombres y mujeres están aquí y ahora armados hasta los dientes.

He recordado estos días cómo jóvenes de mi generación teníamos una disyuntiva trágica para transformar la realidad del autoritarismo mexicano: la guerrilla o la política. Quienes se fueron a las armas entonces, lo hicieron movidos por esos ideales contrarios al autoritarismo depredador. Hoy no hay ideales. Lo que tenemos es a miles de jóvenes enrolándose, por sí o a güevo, por insuficiencias vitales que este país no puede, ni quiere, resolver.


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