Arturo Miranda Montero
¿Por qué no puedo aceptar a la autodenominada “cuarta transformación”? Primero, por el despropósito histórico: si no acepto independencia, reforma y revolución, menos otro recurso retórico de un gobierno más. Segundo, porque no tiene asideros de ningún saber político; y tercero, porque nunca he sido partidario del movimientismo,, y menos bajo el influjo del prohombte.
Bajo mi muy personal responsabilidad, confieso que participé de la denominada transición política mexicana, esa que le quitaría al partido hegemónico el control de toda la vida nacional: si había elecciones, ya sabíamos que el partido oficial las ganaría de todas, todas; si alguna manifestación surgía por demanda cualquiera, había que cuidarse de la represión; si querías libertades, tendrías que rendirte a los mandones. No. Así no podíamos vivir los mexicanos de medio siglo veinte para acá.
Y lo logramos. Le quitamos al partido-gobierno el control electoral, le impusimos la transparencia y la rendición de cuentas, reivindicamos a la república verdadera, decidimos construir otros partidos políticos: implantamos al pluralismo oficial, constitucionalmente.
Pero fracasamos en dos aspectos: no formamos ciudadanía responsabilizada de sí misma ni, desgraciadamente, educamos en los significados de la democracia.
Los partidos políticos se convirtieron el simples agencias de colocaciones. Los ciudadanos nos alejamos de la cosa pública aduciendo mil y un pretextos. Les dejamos a vivales y oportunistas las tareas políticas. Y asaltaron las posiciones con simplonadas como no robar, no mentir y no traicionar al pueblo, acaparando todo en un individuo priista que añora al viejo autoritarismo. No, así no.
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