*Unidad forzada lastra a Morena en Guanajuato; *Movimiento Ciudadano: el desarreglo de las élites; *Zamarripa: el gusto por la puesta en escena
1.- La incapacidad de dialogar
Mientras el Partido Acción Nacional se une en torno a los intereses de la preservación del poder y sus beneficios asociados, evitando fracturas y fisuras en una burocracia que ya tiene tatuada la vieja lección política del priismo dinosáurico de la disciplina por encima de todo, su principal opositor político, Morena, no logra establecer un frente homogéneo.
El ungimiento monolítico de la precandidata Libia Denisse García, junto con el abandono de la carrera por parte de su temprana opositora, Alejandra Gutiérrez, han reforzado el control político, de por sí aceitado por la nómina gubernamental y las expectativas de candidaturas, del gobernador Diego Sinhue Rodríguez Vallejo -él mismo producto de un dedazo-, quien ahora puede presumir las bondades de su tesis de que “la democracia interna produce divisiones”.
Así, este PAN del siglo XXI comprueba que su vocación de poder ha relevado su vieja vena democrática, lo que probablemente le sirva para ganar su sexta elección consecutiva y acercarse a las cuatro décadas de hegemonía política en Guanajuato, algo que ha sido posible, principalmente, por la incapacidad de las oposiciones para lograr una adecuada combinación de crítica y propuesta que convenza o, al menos, entusiasme.
El PRD fue el primer partido que se venció y decidió unirse al PAN desde el sexenio de Miguel Márquez. De poco le ha servido: perdió el registro en Guanajuato, se redujo a su mínima expresión, ya no tiene bancada en el Congreso y sus escasos alcaldes lo son hoy por el PAN.
El PRI, que en 2012 estuvo a 150 mil votos del PAN, pasó de los arreglos bajo la mesa a una alianza auspiciada desde el nivel nacional que en Guanajuato solo huele a sometimiento. Tienen poco que aportar y solo esperan las migajas que caigan de la mesa panista, que es muy basta: quizá puestos en la nómina gubernamental para dos o tres de sus capitostes, mientras corren el riesgo de ser desplazados a la chiquillada electoral.
En la elección del 2018, Morena desplazó al PRI como la oposición más competitiva en Guanajuato. Lo hizo combinando la ola lopezobradorista con un candidato de extracción panista, Ricardo Sheffield Padilla. Lo que no fue suficiente y dejó a Guanajuato como el único estado del país donde AMLO quedó por debajo de Ricardo Anaya.
La elección de 2024 era una buena oportunidad para plantear una contienda competitiva y cerrada que abonara la participación y sirviera para construir equilibrios en Guanajuato; sin embargo, parece ser que por el lado de Morena, los temas se centran más en las disputas internas que en el objetivo reclamado por un sector amplio de guanajuatenses, el de generar los elementos para una alternancia deseable y necesaria, incluso para acicatear al propio panismo.
No arrancan así las precampañas. Morena y su candidata Alma Alcaraz se la han pasado inmersos en confrontaciones internas, con el forzado aliado pevemista, con los otros precandidatos de Morena y hasta, de forma innecesaria, en una polémica con el gremio periodístico por la pésima decisión, corregida a medias, de incorporar a la ex alcaldesa de Salamanca Beatriz Hernández como “vocera”.
Queda en evidencia que la coordinadora estatal de los comités de defensa de la cuarta transformación carece de un equipo consolidado y ducho, por lo que ha dependido del apoyo que le “presta” un Ricardo Sheffield que no gusta de sumar, sino de cobrar afrentas.
Justo cuando Morena requiere superar el tono de confrontación que tanto se asocia con el discurso de López Obrador y tropicalizar una propuesta para Guanajuato que aproveche el cansancio con un panismo degradado, para no solo depender de un posible voto duro sino lograr encajar con otros segmentos, se acentúa la imagen de rijosidad, desorganización y aislamiento del morenismo frente a la realidad del estado.
Esa fue la historia del priismo y su fracaso para reconstruirse como fuerza política en Guanajuato. Justo en el mejor momento de ese partido en dos décadas, en 2012 con la candidatura de Juan Ignacio Torres Landa, la oposición interna encabezada por el cenecista Gerardo Sánchez, llegó al extremo de la toma de las instalaciones del partido, lo que le vino de perlas a un PAN que sudaba la gota gorda para posicionar a Miguel Márquez.
Parece que esa historia se repite, pese a la foto en la que Claudia Sheinbaum trató de unificar a sus correligionarios guanajuatenses, por cierto en ausencia de su mayor aliado, Ricardo Sheffield.
2.- Samuel García, flor de un día
Ya no llegó a Guanajuato el efímero precandidato presidencial de Movimiento Ciudadano, el neoleonés Samuel García, atrapado como rehén de la mayoría que conforman PRI y PAN en el Congreso de su estado. En el tintero se quedó la posibilidad de que potenciara las aspiraciones de la irapuatense Yulma Rocha, la apuesta del partido naranja a la gubernatura.
Parece increíble para un político de las hechuras de Dante Delgado que una situación así le haya tomado por sorpresa, además de que evidencia una falta de previsión total en medio de la desarreglada escena política del país.
En 1999, algo parecido ocurrió en Guanajuato cuando una incipiente alianza del PRI con el PRD, que superaba los votos del PAN, quiso tomar por asalto el relevo de la gubernatura que dejaba Vicente Fox Quesada para ir a su campaña presidencial, proponiendo al priista José Luis Romero Hicks, secretario de Finanzas, en contra de Ramón Martín Huerta, secretario de Gobierno y propuesta foxista.
El tema no se zanjó en Guanajuato, sino en la ciudad de México como suele ocurrir. Un diálogo entre Cuauhtémoc Cárdenas y Vicente Fox dejó en claro que la gubernatura sustituta correspondía al PAN y los 5 diputados del PRD, entre los que estaban Malú Micher, Carlos Scheffler y Antonio Tirado, se doblegaron y sumaron sus votos a los 16 panistas para ganarle a los priistas por una nariz.
Lo que hoy se observa en Nuevo León es la profunda fractura de las élites políticas del país, incapaces ya de acuerdos más allá de los bloques polarizantes entre los que se da la disputa real por el poder. Librados a sus fuerzas y además con ánimo de sabotear la campaña de MC para castigar su intención de ir solos y no sumarse al bloque opositor, los grupos locales del PRI y del PAN se han lanzado a una batalla que impacta la gobernabilidad y la paz social del que se ha presumido como uno de los estados más desarrollados de México.
Entre la torpeza política y la ignorancia jurídica del emecista Samuel García y el ánimo de vendetta de panistas y priistas, lo que está quedando maltrecho es la capacidad del estado, entendido como sus tres poderes, para garantizar un piso mínimo de civilidad y respeto al estado de derecho.
Por si algo faltara, la intervención de la Suprema Corte de Justicia, inmersa en la misma disputa política que atraviesa el espectro nacional, difícilmente dará certezas ni producirá fallos inapelables.
Tampoco el gobierno de Andrés Manuel López Obrador tiene mucho qué decir, dada su abierta actitud confrontadora del bloque opositor. Ningún arbitraje o mediación es posible desde allí.
Y de esta quiebra institucional no hay un solo responsable, sino que todas las trincheras políticas han abonado a la regresión. Quizá esa sea la peor parte: quienes están habilitados por la ley y por el mandato popular para resolver los conflictos y las contradicciones de la sociedad, son los que están produciendo nuevas y más graves confrontaciones.
Y no parece haber luz al final del largo túnel en el que apenas nos adentramos.
3.- Zamarripa y el estilo García Luna
El fiscal del estado Carlos Zamarripa Aguirre no se aguantó y quiso aprovechar la indignación generalizada despertada por el asesinato del activista Adolfo Enríquez Vanderkam, para mostrarnos su afición al docudrama .
Aficionado siempre a la publicidad de sus operativos, casi en la misma medida que es proclive a la opacidad sobre los resultados y las estadísticas de la dependencia, Zamarripa dosificó la información: primero dio a conocer la incautación de las armas y el vehículo; después, el gobernador Diego Sinhue se prestó al espectáculo al “exigir” celeridad en la captura; finalmente Zamarripa “sorprendió” con el anuncio de la detención de un presunto responsable; un día después difundió una producción en video que exhibe al detenido siendo trasladado por atildados agentes ministeriales.
Así, arriesgándose a violentar el debido proceso, el fiscal busca ganar puntos en imagen, acercándose a puestas en escena como la que llevó a la excarcelación de Florence Cassez por el montaje de un operativo “en tiempo real” para ser transmitido en las televisoras nacionales.
Y por ahora, del móvil, de los cómplices o coautores y de la posible autoría intelectual del asesinato, nada informa y nada sabemos.
Del caso Enríquez Vanderkam lo que más importa conocer son las razones del asesinato y si tuvo algo que ver la labor de difusión que realizaba el activista para combatir la impunidad y las deficiencias de las autoridades competentes. No habrá justicia si eso no queda claro.
En cambio, Zamarripa muestra un gran desprecio por el discernimiento de quienes se han sentido social y personalmente agraviados por el artero asesinato y limita la respuesta oficial a una escenificación a todas luces postiza.
Mientras tanto, se ha convocado a una nueva marcha en demanda de justicia por parte de los seguidores de Enríquez Vanderkam.
Veremos si la exigencia ciudadana logra hacerse oír ante la vocación por el espectáculo del melodramático fiscal.
Arnoldo Cuéllar Ornelas
@arnoldocuellaro
Periodista, analista político. Fundador del Laboratorio de Periodismo y Opinión Pública, medio digital y asociación civil.
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