Arturo Miranda Montero
Si nos cae un ciclón, lo mismo que si se nos quema el basurero municipal, es difícil exigir responsabilidad oficial, simplemente porque no están los gobiernos en condiciones de servir, son inútiles.
Recapitulemos siempre. ¿Para qué sirve un gobierno? Respuesta básica, de diccionario: Para dirigir una sociedad o un país hacia el logro de ciertas finalidades, establecidas en las leyes y las disposiciones necesarias para alcanzarlas. Muy bien. Pero, como entre nosotros no valen las leyes, cuando se les pega la gana a los gobernantes pues no hay marco de acción y nomás quedan las arbitrariedades que se les ocurren cotidianamente.
¿A dónde nos dirigen? Sepa la bola. Sus palabrerías son propaganda y no razones persuasivas. Buscan adeptos y seguidores, fans y likes. En fin, popularidad. Así, sin capacidades administrativas, gubernamentales, cuando nos llegan las desgracias, quedan desnudos ante los ojos de todo mundo. Se esconden, reaparecen cuando es irremediable, se hacen los listos y comienzan a declamar lo de siempre: todo bajo control, ya intervinimos, nos hemos reunido, y tin y tan.
Mientras tanto, la realidad. Desastre tras desastre solo queda a los damnificados asumir las consecuencias por sí solos. Las acciones emotivas que se lanzan para ayudar a “los hermanos” en desgracia son facilonas, se pueden emitir desde la comodidad del sofá y conmovidos por las escenas de las redes y la tele. Y está bien así para los de a pie. Pero los gobernantes no pueden ni deben hacerse patos, como si la virgen les hablara. Justo como lo hacen. La práctica de gobierno es exigente, no se trata solo de sonreírle a las cámaras, inútiles.
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