G. Saúl García Cornejo
¿Quién dijo que el malinchismo se acabó en México? Parece que el grueso de los ciudadanos, no ven más allá de lo que los Partidos, o YSQ, presentan como una “verdad indubitable”: “El alma mexicana”. Esa mexicanidad, tan saliente sobre todo en este mes, hasta se le ha denominado “patrio”.
¿Qué es la mexicanidad? Cualquier diccionario señala que es, un “modo común de ser”, sustancialmente, una estructura permanente, con base en sus etnias, su mosaico cultural, su historia, ya sean heredados ancestralmente, o por imitación de otras culturas. Lo que lleva pues, a la simbiosis como es nuestro caso, más notorio el gen español y el originario, en un mestizaje que, siendo realistas se asentó finalmente, con una identidad propia. Ser mexicano, no es simple, sino que se trata de una personalidad compleja, aunque a la hora de la verdad, cuando se trata de un patriotismo, o un nacionalismo, parece definirse. No sin soslayar que para las nuevas generaciones, esa percepción va cambiando, adaptándose a nuevas realidades y, sin exagerar a modas globales.
¿Entonces, la identidad mexicana, se va diluyendo? En la política reciente, los actores se visten, incluso, hasta de gala, con prendas que imitan o sugieren, a los ancestros originarios. Es una moda calzar huipiles, camisolas de colores chillantes y bordados con motivos de esas tradiciones, (no son en algunos casos, estrictamente guayaberas). Lo que no es para recriminarse; el asunto, en el fondo, es una mera pose que quiere hacer creer un nacionalismo a su portador o portadora.
Si alguien viste una prenda de esas, no sólo para las “fiestas patrias”, no demuestra ninguna mexicanidad, es sólo un gusto. Como igual, si come pozole o toma tequila o escucha música vernácula (Lo mismo hacen, por ejemplo, en Colombia y, claro, no son mexicanos).
Luego, en sustancia: ¿Cómo es la mexicanidad? (O debería), para empezar, no hay uniformidad. Existen varias regiones en el país, y también, sus propias tradiciones, usos y costumbres, sin perjuicio de la misma nacionalidad, que eso es otra situación. Y además, por si fuera poco, hay diversas definiciones de la mexicanidad.
Algunos destacados personajes han dicho al respecto, Benito Juárez: “…Se había luchado contra la invasión extranjera para defender los derechos, la independencia y las instituciones políticas de México. En lo sucesivo, sólo una labor de cooperación entre pueblo y gobierno podría conducir al buen éxito. ¿Por qué México, mi país, es tan extraño que está formado, a mitad y mitad, de una fuente inagotable de ternura y de un pozo profundo de bestialidad?
Daniel Cossío Villegas: “La imagen de México era, al fin de cuentas, una construcción centralista. México viene padeciendo hace ya algunos años una crisis que se agrava día con día; pero como en los casos de enfermedad mortal en una familia, nadie habla del asunto, o lo hace con un optimismo trágicamente real. La crisis [de México] proviene, de que las metas de la Revolución se han agotado, al grado de que el término mismo de revolución carece ya de sentido. Y, como de costumbre, todos los grupos políticos continúan obrando guiados por los fines más inmediatos, sin que a ninguno parezca importarle el destino final del país. La aspiración única de México es la renovación tajante, una verdadera unificación, que sólo se conseguirá a satisfacción con el fuego que arrase hasta la tierra misma en que creció tanto mal. [México] está en una crisis política y moral de grave trascendencia, y si no se la reconoce y admite, y si no se hace el mejor de los esfuerzos para remediarla, México caminará a la deriva, perdiendo un tiempo que un país tan retrasado en su evolución no puede perder; o se hundirá, para no rehacerse quizás con una personalidad propia. Si México no se orienta pronto y firmemente, puede no tener otro camino que confiar su porvenir a Estados Unidos. Si no se reafirman los principios, sino que simplemente se los escamotea; si no se depuran los hombres, sino que simplemente se les adorna con vestidos o títulos, entonces no habrá en México auto-regeneración, y, en consecuencia, la regeneración vendrá de afuera y el país perdería mucho de su existencia nacional y aun largo plazo no muy largo.”
Antonio caso: “México necesita poseer tres virtudes cardinales para ser un pueblo fuerte: riqueza, justicia e ilustración. Volved los ojos al suelo de México, a los recursos de México, a los hombres de México, a nuestras costumbres y nuestras tradiciones, a nuestras esperanzas y nuestros anhelos, a lo que somos en verdad.”
Carlos Fuentes: “México es un país herido de nacimiento, apapachado por la leche del rencor, criado con el arrullo de la sombra. México es un país de fatalidades dinámicas… Un país con demasiadas insatisfacciones sepultadas en el tiempo, largos siglos de pobreza, de injusticia, de sueños soterrados. México: las manos vacías de pan, pero la cabeza llena de sueños.”
Hay, por supuesto, más concepciones, por ejemplo Carlos Monsiváis hace una larga lista, que en sustancia, dice: “…México pertenece incondicionalmente a la cultura occidental, a cuyo banquete se llega tarde pero con entusiasmo… así la cultura nacional parezca el espacio de los caprichos y temperamentos sexenales, posee un vigor persuasivo que, en sus momentos culminantes, resume o trasciende perspectivas de clase, intereses del Estado, reivindicaciones democráticas, estallidos revolucionarios. No se trata de un fenómeno metafísico ajustable a expresiones como «la Idiosincrasia» o el «Ser Nacional», sino de prácticas arraigadísimas y formas expresivas que participan igualmente del adelanto y del atraso, del estímulo y la humillación. Según las atribuciones gubernamentales, la ‘identidad nacional’ es dócil esencia, el espíritu de un pueblo que se contempla en el espejo de virtudes de un museo de artesanías, el viacrucis histórico que culmina en la obediencia voluntaria. Para la industria cultural, la ‘identidad’ es sucesión de lujos emocionales, pasiones ordenadas por la fatalidad de la raza, que van del gusto por la muerte a la delectación machista, de la irresponsabilidad a la compulsión gregaria. De existir, la ‘identidad nacional’ es una gran síntesis de necesidades de adaptación y sobrevivencia, y por tanto algo siempre modificable, una identidad móvil, si esto es dable.”
Sin abundar (Y para quien desee saber más, recomiendo la página electrónica del Instituto de la mexicanidad: Instituto de la Mexicanidad – Definiciones de la mexicanidad), tenemos en común la desgracia, la fatalidad, el “llevar la cruz”, lo emocional en contra-partida de la reflexión, un extraño “gusto” por la morbidez –de ahí se explicaría, tanta tolerancia con los políticos venales o nefastos- y por la muerte, etcétera.
Todo ese bagaje y, me quedo corto, define el modo y los resulta-dos del sufragio electoral y los mercadologos políticos y sus clientes (Candidatos y Partidos o Régimen del turno que sea), lo saben y explotan. Según las concepciones anteriores, y en sus diversos contextos y tiempos, pero que la realidad terca, actualiza: Nos falta madurar, saber unir fuerzas (No con “alianzas” o “coaliciones”, a modo y del sólo interés de grupo), no estamos –y no ha pasado- haciendo juntos la historia política. Estamos casi igual que hace 100 o más años. Con más gente, más pobres y engañados compatriotas, más ciudadanos.
Ahora, lo que nos faltaba, una extranjera de cepa, de prosapia, podría gobernar México. ¿Alguien menos idóneo, más despegado de nuestra idiosincrasia, de nuestra cultura? ¿A poco ya olvidamos al neo-cacique de San Cristóbal? Por decir lo menos. Es equivalente, por ejemplo, que un acendrado Panista, hoy sea un enjundioso Morenista, que quiere gobernar Guanajuato, al igual de apellido extranjero. Y no se entienda como intolerancia racial o discriminación, ni menos, violencia política de género binario, o no; se trata de ver su espíritu y, a dónde nos llevaría, alguien tan ajena, aunque se viste ocasionalmente y en público, como indígena, que nada tienen éstos que ver con tales modas y bastones.
Debemos, sí, ponernos ya el traje de mexicanos y en consecuencia, desgranar lo que no sirva al propósito de vivir mejor. Eso, es ser progresista o liberal, no blandir bastones huecos. Entre tanto, seguimos pagando el avión “José María Morelos”. Se rifó y no se supo más, luego se vendió y surca el espacio aéreo de… ¿Kayaquistán? No, Tayiquistán, creo, en fin, sigue la deuda y ya se consideró en el presupuesto de 2024 (Un poco más de 387 millones). Como nos definen, “aguantamos vara” y en la 4T, se desternillan de risa.
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