SU ILUSTRÍSIMA IMPERIAL.

G. Saúl García Cornejo.

Para empezar, ¿Qué clase de persona vive en un palacio? Maquiavelo, diría: Un Príncipe. Y vaya que no se trata de un mero simbolismo, de un estatus de poder, sino de una personalidad, simple o compleja.

Esa personalidad, se nutrirá de elementos psicológicos, materiales, de “poder soberano”, de cierto talante cuyo tamaño será siempre, de cierta altura de miras. De ahí, si tiene una visión determinada para apoyar a su Demos, será amado y también, incomprendido. Por eso Maquiavelo hizo diferenciaciones entre Poder, Soberanía y Estado o República, y con ello “movió el tapete” de propios y extraños (Extranjeros, para más precisión en el contexto del florentino), al igual podrá ser o convertirse en un tirano, como eje rector de su visión obnubilada, en ese caso.

Y vaya, a partir de esas elucubraciones de don Nicolás, se han escrito sesudos tratados. Y no se podrá negar, igual, la influencia del autor en la constitución del Estado Moderno.

Pero que tiene que ver, “ya saben quién” y el palacio que habita con alguna parte de un “séquito” de colaboradores, afines o simples lambiscones. En este punto, se debería analizar la personalidad de tan inusitado inquilino, además, gratuito.

Por una parte, se podrá colegir, que es, parte de una estrategia de seguridad personal, dado el infranqueable inmueble. Y por otra, la enorme contradicción con esa -disque- visión de austeridad, de diferencia, de oposición con los privilegios y más aún, cortesanos. Por qué, ¿Quién podrá negar que el lujo, el privilegio, no surgieron de sangre, de esclavismos, de abuso de poder, con que se pega cada piedra, cada ladrillo, rejas, o ventanas, que edificaron esos edificios? Su símbolo primario es la opresión. Y entonces, un populista cómo puede dormir tranquilo es un inmueble tal. Lleno de “fantasmas” tiranos y abusadores.

Otra, es sentirse reyezuelo y, claro, comportarse como tal, verse todos los días en un espejo de Narciso. Pensar y estar convencido de ser infalible, omnipotente, y peor, insustituible. Es decir, con una visión o gobierno más de facto, que, de leyes, como se registró desde los tiempos de la Grecia Antigua, a la tiranía. Y aunque el preciso de hoy, no llegó por la fuerza o la violencia a la Silla del Águila, es más preocupante que lo haya logrado por el voto ciudadano, para luego, traicionarlo en aras de caprichos, de ilegalidades, de divisionismo que tarde o no, rompe con las bases democráticas, que no importa si son defectuosas o al menos inacabadas, pero son mejor que no tenerlas.

No se puede disentir, aunque se diga que hay tolerancia. La violencia que se ejerce a través del atril mañanero, no tiene parangón y sus consecuencias totales, todavía no visibles al ojo común. Resulta para quienes nos ven desde afuera, una situación incomprensible para el temperamento mexicano, libertario, contestatario, dispuesto a defender los derechos logrados. Y qué, hasta ahora, la mayoría ha guardado silencio, mientras el susodicho dilapida por mero gusto de ser farol de la calle -incluso, por si se ofrece después, alguna protección contra persecución judicial-, bienes nacionales como el petróleo y sus derivados, mientras aquí no baja el sobreprecio, por el contrario, podría subir.

Decir, por ejemplo, que “rescatar a Pemex” -pozo sin fondo- es un asunto de “soberanía”, es una engañifa propia de un tirano, para tratar de desviar la atención y, peor, “tapar la corrupción”. ¿Cómo explicar que una empresa está en quiebra y aún así, dilapida, regala bienes -además- que no le son de su propiedad y dominio? Sólo por órdenes de un tirano.

Mientras, inusitadamente también, el “poder judicial” se sube al carrusel de la política chafa, de la afrenta estudiada y con mala intención: Desestabilizar, confundir, dividir. Lo más raro, es que, en la Corte, tienen las herramientas jurídicas para su propia defensa, no requieren salir a las calles, por más que sea un Derecho Humano su oposición o defensa. Lo más extraño todavía, es que le sigan el juego perverso a su “detractor”. Pero, esa es la raíz de nuestra crisis política, social, jurídica y/o de la administración de la “Justicia”: La iglesia, en manos de Lutero. ¡Dónde está la Carta Magna! ¿En una vitrina opaca, tanto que no se puede leer y menos, aplicar?

Da pena que otros turulatos caigan en ese juego de politiquería, y peor, sin imaginación: “La Corte no se toca”, o algo por el estilo. Entre esos algunos colegios de Abogados, también deseosos del reflector mediático, a fuerza de su inutilidad de gestión con el ahora vilipendiado “Poder Judicial”.

El sistema de la mal llamada “administración de justicia”, tiene mucho en crisis, al igual que los colegios de profesionistas del ramo jurídico, no sirven para lo que deberían. En fin.

También es cierto que no es la manera, como se fabrica desde palacio, para defenestrar, en particular a los ministros discordantes con el manotazo presidencial, es más que nada, falta de poder negociador, de oficio político, precisamente, no con un halo tiránico, sino con ése espíritu destructor falto de argumentación -aunque la hay, o debería, en ambos Poderes- y se pasan por encima del otro Poder, el Legislativo, al igual adolecen de conocimiento constitucional y dejan fuera su objetivo primordial: Legislar en bien de México, no al gusto y talante del preciso. No entienden, en ese mar de corrupción e intereses partidistas, que: Están ahí, gracias al voto popular, no al “dedo sagrado” de su líder.

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