CÓMO PRIVATIZAR GOBIERNOS.

Arturo Miranda Montero

En vista de que ya estamos en plena temporada de caza política, más nos vale saber a que le apostamos.

Lo primero que debemos quitarnos es la ingenuidad esa de creer que los políticos nos quieren rete harto y para nuestro bien. Quienes se meten a la política profesional persiguen unos fines que no necesariamente son los nuestros. En principio, lo que ellos quieren es poder, poder para hacer y deshacer según sus muy particulares intereses.

Para andar en eso de las elecciones y candidaturas hay que tener dinero; es un casino al que solo entra a jugar el que traiga con qué. De ahí arranca la necesidad de hacerse del poder para pagar la inversión. El poder de los gobiernos sirve para tener presupuestos, para otorgar permisos, concesiones, para lanzar adjudicaciones y para mil y una tretas que dejan harta lana, lana que se supondría ir a parar a las arcas públicas para dar servicios, Pero…

Vea a los funcionarios que usted mismo eligió con su voto en urnas cómo han cambiado. De entrada, ostentan todo lo que los distingue: vehículos, instalaciones, habitaciones, restaurantes, ayudantes, vuelos y traslados de todo tipo, añádale lo que ha tenido a ojos vistas. Su modo de vida se transforma, sus negocios prosperan, sus propiedades se multiplican, sus empresas y capitales abundan.

Así es que el fenómeno es simple: el gobierno se agandalla para beneficios particulares. El poder que se tiene sirve para propiciar y proteger negocios privados.

Los demás, nosotros, nos quedamos nomás milando. Si quiere, elija así al próximo gerente.

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