Arturo Miranda Montero
¿Se han fijado cómo cambian los que se meten a la política?
Pues eso, que lo que natura no da, la polis no presta así como así.
Hemos visto la estampida que dio origen al morena y cómo se le enquistaron muchísimos de siempre, al grito de pónganme donde hay. En Guanajuato, hace ya tres décadas que se dejaron venir los azulados genuinos y los de ocasión, que ya suman años y nóminas. El drenaje ha sido de tal magnitud que hasta el viejísimo priismo y el perredismo se han diluido hasta la desaparición. Quién lo dijera.
Bueno, pues todo ese trasiego ha imposibilitado que los partidos políticos sean serios. Sobre todo se imposibilitaron para dos cosas: formar políticos profesionales con capacidad para lo segundo, un proyecto viable y verificable.
¿Qué tenemos hoy? Un caudillismo autoritario en México y un coto de caza exclusivo en estas tierras. Los morenos se quieren meter en tierra santa con herejes que abjuran y los custodios del templo azul cierran las puertas a presuntos infieles.
Aún más allá de todo eso, los figurines que pululan por la política no traen más equipaje que sus ambiciones. Incapacitados para trazar rumbos que medianamente nos digan que hay luz en estos tiempos oscuros, nomás atinan a los desfiguros propios de las redes sociales: bailan, se disfrazan, canturrean, hacen chistes, repiten coritos y consignas huecas, se retratan y pegotean su imagen por doquier, se piensan simpáticos, los viejucos y viejucas se desean rejuvenecidos, blanquean sus sonrisas y sudan los escenarios donde actúan.
Es por popularidad que desean acceder al poder.
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