Enrique R. Soriano Valencia
Los nombres propios no tienen ortografía, me insistieron en unos correos electrónicos hace algunos días (unos como reclamo y otros como pregunta). Eso es una verdad a medias y es una interpretación errónea de las normas. Los nombres personales se rigen como cualquier otro vocablo en español por la ortografía. Las normas ortográficas han evolucionado a partir de la etimología y la fonética. Existe la absoluta libertad de nombrar a nuestros hijos del modo que deseemos. El español se gobierna por principios básicos en donde las letras y su combinación tienen un sonido asignado. Al no sujetarnos a ello, exponemos a nuestros hijos a reclamos, acoso o constantes precisiones. Por ello, evitemos influencia de lenguas extranjeras al asignarles sonidos que no les corresponde en nuestro idioma. La j (jota) no tiene sonido ye o la th carece del sonido d en español. Nuestros hijos serán llamados con sonidos que en la escritura no les corresponden si recurrimos a ellos. En el Registro Civil han quedado inscritas barbaridades —intencionales o por desconocimientos—, que tampoco las autoridades quedan exentas porque las mayúsculas se tildan, por mucho que insistan que sus programas informáticos –que los pueden modificar– no los reconocen.
Así tenemos que quienes creen llamarse María, quizá no sea así, pues si les registraron solamente con dos letras y punto (supuestamente con la intención de abreviar el nombre) pues se llaman Ma., no María.
Principio básico del español es que las letras refieren sonidos. No he leído nombres Yónatan porque a causa del inglés lo escriben con j (jota) y si tampoco registran el acento gráfico la norma indica que el tono fuerte caerá en la primera vocal a (lo mismo pasa con las Yésica o las Yoselín).
En la evolución del idioma español no existe la combinación th. De ahí que los nombres como Rut, Marta o Elizabet deban enunciarse sin esa combinación. El propósito es escribir acorde a la evolución de nuestro idioma.
Igualmente, si un nombre termina con sonido i, pero no recae el tono fuerte de la palabra en la última sílaba, hay dos posibilidades. Si le antecede una consonante, debe terminar en vocal; si le antecede una vocal, su grafía es la y. Es decir, Nayeli (palabra de origen náhuatl) debe enunciarse con vocal i al final; pero Eloy con y (ye) al final por tener antes una vocal. Eso sucede particularmente en los nombres cariñosos (hipocorístico). La mayoría de los nombres cariñosos o afectivos de mujer finalizan con sonido i sin tono fuerte y una consonante anterior. Por tanto, deben escribirse con vocal. Así tenemos Eli (de Elizabet), Sandi (de Sandra), Mari (de María), Pati (de Patricia) etc.
Lo mismo pasa con los acentos. Si no lo registran, debe pronunciarse diferente. Ángel u Óscar se escriben con acento gráfico. Si no aparecen en Angel el tono fuerte corresponderá a la vocal e. y en Oscar a la vocal a como sucede con el acento argentino.
Convendría tener esto presente al registrar el nombre de los niños.
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