NO ESCUPAN

Arturo Miranda Montero

¿Por qué existe la costumbre de arrojar la saliva donde sea? Por la calles es común

verlo: es la repartición del asco y de los bichos que lleva, esos que levanta el viento y

nos los reparte para contagiarnos de todo mal.

Es falta de educación, decíase antes. Es una vil manía que se repite en todos los

ámbitos. El político, destacadamente.

Escupir al suelo lanzando los gargajos es pura y llana suciedad. Pero escupirle al

prójimo el desprecio, ya es otra cosa más. Los escupitajos lanzados como palabras

violentas generan reacciones de violencia material; no es simple escarnio de alguien o

de algo. El ambiente que se vive en la política actual es sumamente sucio y tóxico.

Dirimir a escupitajos la política es, simplemente, contradictorio de su fundamento. La

política nos debiera servir para dirimir con razones nuestras posturas y acciones

diferenciadas por nuestros sesgos. Pero ello no es así. Preferimos lanzarnos salivazos

en plena calle y al rostro. Así no se puede convenir nada, ni siquiera irse al famoso

oscurito.

Somos una sociedad que escupe al cielo, sabiendo que la gravedad nos lo regresa

inevitablemente.

Una convivencia enfermiza no fructifica, es simple amontonamiento de fodonguez. No

por nada, el mayor índice de enfermedades proviene del aire, de los miasmas que

lanzamos a las calles, en autobuses, fábricas, oficinas, escuelas y cuanto lugar que

debiera ventilarse constantemente está cerrado.

Por eso hay afanes de escupirle a las instituciones. Pareciera que deseamos una

democracia fodonga.

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