LO QUE ACARREA

Arturo Miranda Montero

La desgracia que se ha producido entre nosotros por unas prácticas políticas es enorme.

La política es la posibilidad que nos permite convivir mediante acuerdos, disminuyendo en lo posible el conflicto que nos es tan propio. Vivir en comunidad, en sociedad, representa una tarea política, más allá de nuestra privacidad y aún de la intimidad. Para resolver los problemas que nos afectan a todos, es menester colocar en la discusión lo que nos es común, esto es, comunicarnos adecuadamente las cosas. Para resolver esas cosas, elegimos representantes nuestros que vaya a donde se toman las decisiones que deben ayudar, tomando en cuenta que todos tenemos derechos establecidos en ley.

El problema con nuestros representantes es que se aferran al poder que les transferimos; se creen indispensables y aún insustituibles.

La capacidad de elegir a esos nuestros representantes es la que ejercemos cuando nos acercamos a las organizaciones que nos identifican por sus ideas, prácticas y acciones; llegamos incluso a afiliarnos a ellas para influir más en la medida de nuestro esfuerzo.

Pero como en este país las afiliaciones se tratan como mercancías, los padrones de afiliados se manipulan y, como es harto sabido, hay partidos que ni siquiera saben cuántos afiliados tienen. Por eso, cuando necesitan ir de campaña, utilizan dinero para acarrear, transportar de cualquier manera a la gente que sirve de escenografía a los carasonrientes de ocasión.

Ese acarreo de personas ha prostituido nuestro intento de democracia, esa capacidad de elegir bien y de buenas. Y todos y siempre, lo hacen con dinero oscuro.

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