G. Saúl García Cornejo.
Estimados lectores de cualquier género, hoy, con más enjundia que en el pasado político reciente, en México, se recurre a los datos falsos, incompletos, incluso, de mala leche; para irse desempeñando en el ejercicio político. Parece como si la mentira fuera imprescindible para “triunfar” en el foro electoral.
Y también, al parecer, nadie se salva de su uso, de su maquinación para la “siembra” de promesas, de proyectos (iguales, pero, maquillados sin el menor rubor). Sin embargo, los hechos se encargan de ponernos en alerta sobre las verdaderas intenciones de variopintos personajes en el escenario político y más, en tiempos electorales.
Se dice desde el más “alto” atril, que la corrupción ya se “acabó”, pero al instante surgen denuncias periodísticas que tal o cual “político” es corrupto, sumando a sus parientes, compadres y demás vivales que nunca faltan.
Luego, no falta quien afirme que no puede tener responsabilidad, por ejemplo, el forzado inquilino de Palacio, con lo que hagan sus parientes directos y consanguíneos. Como si, lo que hace la mano izquierda, pase desapercibido, por la derecha, sin importar que son del mismo cuerpo. Lo que es un sofisma garrafal, es decir, una forma (o su intento) por manipular e inducir al error o que se mantenga en el mismo.
Así pues, la verdad, es una palabra perdida, en asuntos políticos. Nos dicen, los políticos profesionales, que vivimos “otro mundo”, y entonces, al no tener la misma percepción, quedamos como “tontos” o como ciudadanos funcionales. Y desde esa óptica, viene para febrero, otra marcha.
Nos dicen que se trata de defender a la democracia. ¿Qué tan cierto es? No se puede ocultar, que efectivamente, se viene trastocando a la democracia -con todo y sus defectos, al menos en México-, incluso, se lesiona al orden jurídico. Y en apariencia, no pasa nada. Entonces, una marcha, como ya lo he dicho, es sólo un primer paso, claro, de importancia, porque significa al menos, una especie de despertar: La participación cívica. Sólo tiene el peligro, en que sea promovida para apuntalar intereses en realidad, ajenos a la ciudadanía. Lo que no quiere decir, que el gobierno, esté bien y esos grupos, equivocados o sean, peor aún, enemigos del régimen. Cualquier líder, con un ápice de inteligencia y buen sentido, agradecería la crítica y tomarla como una medida su propio actuar, para enmendar los errores y lograr pues, la buena gobernanza.
Desde luego, que, desde el ideal democrático, en este caso, desde Morena, tienen el derecho a no estar de acuerdo con alguna manifestación y considerar que les pega. Pero, insisto, hay otras maneras de paliar con los opositores y de mejores efectos. Empezando con respetar al oponente, y más relevante, escucharlo y actuar en un pluralismo. Nadie, tiene la verdad absoluta y, por supuesto, menos en política.
A los que vayan a la marcha de febrero, que bien que participen. Y a los que no, también. Esa es o debe ser la democracia.
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