Arturo Miranda Montero
El camino que recorremos los guanajuatenses, lleno de sufrimientos, está trazado por fariseos y relapsos.
Los sectarios que aparentan rigor y austeridad eludiendo la Ley, por un lado; por el otro, quienes reinciden una y otra vez en el pecado al que dizque habían renunciado.
Esos quieren trazarnos el porvenir como si naciéramos apenas. El infantilismo que domina a nuestra clase política pretenden trasladarlo a las cruces que ya de por sí cargamos.
Nos tienen violentados de todas las formas concebibles. Día tras día, salimos a la calle disfrazados de daño colateral.
Mienten al unísono con la riqueza producida; saben que esa se queda acumulada a favor de sus valedores. A los demás, trabajo precarizado o desempleo vil, los siameses que vemos por doquier.
Nuestras ciudades son caóticas, han perdido mucha de su gracia antañona para convertirse en mercancía que expulsa, maltrata, amenaza y no cobija a sus habitantes.
La pasión que sobrellevamos tiene todas las estaciones del martirio al que nos someten los gobiernos y las organizaciones del crimen. No nos alcanza el tiempo ni el ánimo para la meditación ni, mucho menos la contemplación de algún milagro.
Vale preguntarnos, sin embargo, ¿sabremos escoger lo que nos sea más útil en estas circunstancias?
Todos, fariseos y pecadores, se nos vuelven a presentar como cercanos. Pero no bien algo nos agrede, se lavan las manos y se alejan inmisericordes.
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