CIUDAD DE ALQUILER

Arturo Miranda Montero.


A la ciudad capital de Guanajuato sus administradores le han armado una vocación bien diferente de las anteriores: es un escenario de espectáculos vulgares, comunes a cualquier lugar.

No se trata ya de ser ciudad histórica ni patrimonial, menos que sea cultísima dama, sede de las altas artes y del poder. Ya nada de eso se cultiva.

Ahora sus calles y plazas se llenan de mesas y sillas para armar bacanales; puede beberse lo que sea por donde usted quiera; se cierran las vialidades para que los organizadores de todo negocio las utilice sin recato ni escrúpulos. Medio mundo se divierte de lo lindo, sin hacer ningún caso a críticas, quejumbres o reclamos de los habitantes. El ruido tiene licencia para cualquier volumen y hora. Que duerman los muertos.

Allá por 1972, el presiente Echeverría se inventó el festival cervantino para darle vida a una ciudad ruinosa. Se creyó que habría turismo cultural que dignificaría la estirpe urbana. Cincuenta y dos años después, ni dignificación ni vida cultural más allá de los fatuos, vivales y epifanías cotidianas.

Guanajuato es coto de quienes llegaron al poder político para dotarles de ingresos desmedidos que sirven para el boato y el reventón. No puede saberse con claridad qué destino tienen los cobros por derechos de cada fiestononón, pero…

El asunto es que el gobierno alquila y cobra, y cotidianamente aumenta ese alquiler hasta al mismísimo FIC. El derecho de usar el piso urbano deja ocupadísmo al gobierno, tanto que nada más hace por la ciudad, salvo ganar elecciones para seguirle.


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